Educación del consumidor

Educación del consumidor
 

Objetivo Principal

    A lo largo de los años la educación del consumidor ha sido definida de manera diversa. Pero su objetivo principal ha sido siempre preparar a niños, jóvenes y adultos para trabajar activamente en la solución de los problemas de seguridad, calidad y accesibilidad, que se les presentan en su relación cotidiana en el mercado de bienes y servicios; problemas que surgen en el marco de una determinada realidad económica, social y política de la cual las personas, en su carácter de consumidores, forman parte.
    Para enfrentar y resolver adecuadamente los problemas señalados, las personas deben informarse acerca de costos, calidad y seguridad de bienes y servicios, así como de los mecanismos, instancias y procedimientos existentes, a fin de hacer valer sus derechos como consumidores. Igualmente, deben poseer capacidad de lectura crítica frente a la publicidad y los mecanismos que rigen las relaciones de consumo en una sociedad determinada.
    Al mismo tiempo,  la  educación  del  consumidor  debe posibilitarle distinguir entre las necesidades reales y las inducidas, cuestionando el consumo irracional y fomentando el necesario sentido asociativo para incidir en todas aquellas instancias donde se toman decisiones que afectan a los consumidores.
    Estamos, por lo tanto, frente a una propuesta educativa que nos plantea la transformación de los consumidores, en tanto objetos pasivos en su rol de protagonistas activos de las relaciones de consumo. Y ello, con el objetivo de mejorar su calidad de vida y contribuir al desarrollo económico, a la equidad social y al fortalecimiento de las instituciones democráticas en cada uno de los países latinoamericanos.
    Existe en el continente un creciente interés por el tema de la promoción y protección de los derechos de los consumidores. Es un hecho que este tema ha ido ocupando un lugar en la preocupación de los gobiernos, del sector privado y académico, de los medios de comunicación, y del conjunto todo de la sociedad civil.
     Este interés tiene, entre otras, las siguientes manifestaciones concretas:
    Organizaciones no gubernamentales (ONG). Actualmente, existen y actúan en casi todos los países de la región organizaciones no gubernamentales de protección del consumidor. Con mayor o menor grado de desarrollo, estas organizaciones implementan actividades de información, educación y asistencia legal, así como investigaciones y pruebas de calidad de bienes y servicios. Estas actividades son básicas para desarrollar la conciencia y la organización de los ciudadanos en su carácter de consumidores.
    Presencia estatal. La mayoría de los gobiernos ha creado institutos especializados en la materia, cuya función principal es promover, desde el Estado, iniciativas en el área legislativa y en el ámbito de la información y de la educación.
    Legislación. En 18 países de Latinoamérica existen ya leyes de protección del consumidor y en 7 de ellos, Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Costa Rica, México y Ecuador se ha otorgado rango constitucional a este tema.
    Instituciones educativas. Diversos organismos internacionales, regionales y numerosas universidades latinoamericanas han incorporado el tema de la protección del consumidor a sus actividades, áreas de interés y programas de estudio.
    Consumo y consumismo como rasgos comunes. El consumo, como realidad o aspiración, es quizás uno de los rasgos más universales del mundo de hoy. Algunos somos profesionales, otros docentes, deportistas u obreros, aficionados al teatro, a la música o a la política. Pero todos, sin excepción, somos consumidores.
    Existe una persistencia en América Latina de una situación caracterizada por la desprotección de los consumidores en mercados desequilibrados y opacos. Existen problemas cada vez más frecuentes en materia de calidad y seguridad de bienes y servicios. A ello se suma el desmesurado crecimiento de algunas unidades económicas que tiende a agudizar conductas empresariales omnipotentes, las que se expresan ya sea retaceando información indispensable a los consumidores (fecha de vencimiento de productos perecederos, contraindicaciones en el caso de los medicamentos o las condiciones de los créditos y las garantías), ya sea apelando a una publicidad con rasgos distorsionantes y abusivos, que privilegia un consumismo desfasado de las realidades económicas y socio-culturales.
    Discriminación de sectores populares. A ésto se agrega la existencia en el continente, de millones de personas excluídas del acceso a los bienes básicos de consumo. Son precisamente, estos sectores populares, los más afectados; porque a su indefensión económica, añaden su falta de capacidad para establecer una relación más adecuada y eficiente en el mercado de bienes y servicios.
    Dos razones para educar ahora. Decíamos que existen, al menos, dos razones para pensar que estamos en un buen momento para impulsar la educación del consumidor. La primera de estas razones es, entonces, el creciente interés que existe por la temática.
    La segunda razón, es que la educación del consumidor, tradicionalmente excluida del sistema educativo formal, ha comenzado a ser considerada entre las necesidades básicas de aprendizaje que toda persona requiere satisfacer, para desempeñarse eficazmente en la sociedad.
    Actualmente, la situación no es satisfactoria para el consumidor; por la carencia de conocimientos necesarios y de información suficiente; así como de otros apoyos para sus iniciativas, de cara a la creciente complejidad de los problemas técnicos, económicos, jurídicos, sociales y culturales del medio; y a la presión a que es sometido por los productores y distribuidores, especialmente a través de la publicidad.
    En esta zona del mundo, la educación de los consumidores está en condiciones de efectuar una contribución relevante en la construcción de una moderna ciudadanía.

Equilibrio y transparencia de los mercados
    Las personas salen al mundo a buscar lo que necesitan y lo que ellas creen que necesitan. En ese mundo encuentran cierto número de objetos y de personas que ofrecen sus servicios. Es el mundo del intercambio; actividad indispensable para la existencia de los grupos humanos.
    Las condiciones en que los hombres realizan sus intercambios son variadas y específicas. Son histórica, geográfica y culturalmente determinadas. Para comprenderlas es necesario, por tanto, conocer esas condiciones en su evolución y en su significado.
    Es en los vericuetos de las relaciones de mercado, donde se van enmascarando las motivaciones de los actores participantes. Las relaciones entre las personas –consumidores y proveedores- aparecen como relaciones con cosas. La búsqueda de satisfacción por parte de los consumidores, debe compatibilizarse con la necesaria búsqueda de ganancia de los proveedores.
    En tales circunstancias, para alcanzar sus objetivos, los actores ponen en juego todos los recursos y poderes que han sido capaces de desarrollar, dando origen a situaciones oscuras y desequilibrantes en las relaciones de mercado. Situaciones que es necesario conocer y comprender en su origen y en su funcionamiento para adoptar, proponer y exigir las medidas correctivas necesarias.

Acción de los consumidores
    Son las acciones de los consumidores, sus preferencias y sus rechazos, las que van a determinar, en definitiva, qué productos se vendan o no se vendan, cuáles proveedores permanezcan en el mercado y cuáles salgan de él.
    Pero estas acciones pueden tener solo un alcance individual o familiar cuando no son guiadas más que por consideraciones inmediatas y restringidas.
    Por el contrario, cuando esas consideraciones se articulan y se combinan con otras de carácter general, social y ambiental, y generan acciones organizadas de conjuntos de consumidores, su impacto es capaz de imponer las necesarias condiciones de equilibrio y transparencia, así como el respeto por el medio ambiente y los derechos laborales.

Obtención y lectura de la información
    Es necesario saber cómo y dónde se obtiene la información que necesitamos para nuestros actos de consumo. Esta información no es siempre fácil de obtener, ni su comprensión resulta simple.     También es necesario distinguir entre información y seducción en la publicidad.

El ejercicio de los derechos
    Al conocimiento general de los derechos y de las normas que los consagran, es necesario añadir una actitud asertiva y un manejo del funcionamiento de las instituciones y de los procedimientos. Por ejemplo, dedicarse a reclamar y saber cómo y dónde hacerlo.

La organización
    En el mundo de las relaciones de mercado, hay una importante cantidad de problemas y de situaciones que sólo se pueden enfrentar en forma organizada.
    La capacidad de organizar las acciones colectivas pertinentes, debe desarrollarse y mantenerse vigente, si se apunta a obtener soluciones de fondo a los crecientes problemas del consumidor.

Educación de adultos
    La educación del consumidor está asociada al logro de una mejor calidad de vida, basada en la libertad y en la equidad; y a posibilitar el comportamiento de los individuos y grupos como consumidores activos y críticos.
    Habría que partir por reconocer que consumir no se limita a comprar o usar bienes o servicios sino que, fundamentalmente, es una actitud que influye y condiciona nuestra vida social en las relaciones modernas.
    Erich Fromm afirma que el consumo tiene cualidades ambiguas: alivia la angustia, pero a la vez requiere consumir más porque el consumo previo pierde pronto su carácter satisfactorio. Vivimos en una cultura, cuya meta suprema es tener cada vez más, y en la cual la esencia del ser consiste en tener y, de acuerdo a esta lógica, el que no tiene nada no es nadie.
    Importa precisar que Fromm señalaba ésto mucho antes que ocurrieran los recientes cambios globales en la humanidad; expresados en la actual unipolaridad y en la creciente influencia neoliberal, con la economía de mercado y el consumo exacerbados al nivel de bienes y aspiraciones rectores.
    Otra particularidad no prevista, en el caso latinoamericano, es que la fragmentación social y la inequidad existentes, generan bolsones cada vez mayores de pobreza, que impiden el acceso a servicios vitales básicos.
    Respecto al consumo hay elementos y realidades contradictorias. Así, estudios psicológicos realizados demuestran que los principales determinantes de felicidad en la vida, no están relacionados en modo alguno con el consumo. Pero, también se reconoce que si no hay a mano formas alternativas de realización personal, entonces la profunda necesidad de ser valorado y respetado por otros; de tener autoestima y de lograr aceptación social, parecieran depender de la posibilidad o capacidad de consumir.
    La educación para jóvenes y adultos debiera estar asociada a mecanismos preventivos e informativos sobre la salud; a los problemas demográficos en sus aspectos sociales, económicos y culturales; a una educación ambiental que identifique a la Naturaleza con el hogar de todos y a la educación del consumidor. Educación que parte del principio de que todas las personas debieran estar suficientemente informadas sobre costos, calidad y seguridad de bienes y servicios; y que continúa en el derecho que todos tenemos, como consumidores, de participar activamente en todas las instancias del proceso de consumo.
    La lucha para encuadrar al acto de consumo en un contexto legal respetado a nivel cultural, no incluye solo la educación del consumidor frente al productor-expendedor de bienes y servicios sino, también, frente a los que permanentemente incentivan el consumo como estilo de vida único y verdadero. Son ellos, los profesionales de la élite de altos niveles de ingreso, cuya actividad les asegura los niveles más elevados de la pirámide de consumo que a diario construyen, mostrándose como los modelos a imitar (para lo cual se debe consumir lo que ellos recomiendan). Cuando los consumidores influyamos en las carreras universitarias y de posgrado de donde salen estos profesionales que controlan el mercado y cuantifican al hombre, muchos de los problemas que hoy obligan a la educación del consumidor, habrán desaparecido. Habrán surgido otros; pero, también por entonces, se habrá desarrollado una actitud ética nueva que obligará a una conducta más juiciosa de parte de los poderosos, so –pena de socavar su propio poderío en el proceso; como el gusano de la manzana aquella que se quedó sin trabajo y sin comida por el poco resto de vida que le quedaba, justo cuando más feliz y seguro se sentía.

La educación del consumidor en la LDC
    En armonía con lo reseñado precedentemente, cabe poner de manifiesto que para llegar a ser un  verdadero consumidor informado, consciente, responsable y solidario, se requiere la adquisición de conocimientos y la realización de experiencias enmarcadas dentro de un proceso educativo, con apoyo estatal. Ése es el paso previo necesario para asumir derechos y responsabilidades, condición necesaria para lograr relaciones de mercado equilibradas y transparentes.
    Así, a medida que se vayan constituyendo núcleos de consumidores conscientes y organizados, éstos irán comprometiéndose con la responsabilidad de emprender labores educativas en diferentes esferas de la sociedad. Entre este tipo de  organizaciones, cabe citar al Centro de Educación del Consumidor (CEC) que dirige activamente el Arq. Miguel Fortuna, y recientemente  se ha constituído, y registrado legalmente a nivel nacional, como Asociación de Consumidores.
    Actualmente, se reconoce a la educación de los consumidores como una de las necesidades básicas de aprendizaje que todo ciudadano debiera adquirir para desempeñarse adecuadamente en la sociedad.
    Los derechos a la educación del consumidor, se contemplan en el Título III, DISPOSICIONES FINALES, Capítulo XVI, EDUCACIÓN AL CONSUMIDOR, art. 60 [Planes educativos]  “Incumbe al Estado nacional, las provincias y municipalidades, la formulación de planes generales de educación para el consumo y su difusión pública, fomentando la creación y el funcionamiento de las asociaciones de consumidores y la participación de la comunidad en ellas, debiendo propender a que dentro de los planes oficiales de educación primaria y media se enseñen los preceptos y alcances de esta ley.”
    Los objetivos a que tiende la educación al consumidor, se prescriben en el art. 61 [Formación del consumidor] “La formación del consumidor debe tender a: hacerle conocer, comprender y adquirir habilidades para ayudarlo a evaluar las alternativas y emplear sus recursos en forma eficiente; facilitar la comprensión y utilización de información sobre temas inherentes al consumidor; orientarlo a prevenir los riesgos que puedan derivarse del consumo de productos o de la utilización de servicios; impulsarlo para que desempeñe un papel activo que regule, oriente y, transforme el mercado a través de sus decisiones.”

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